Especialista en un hospital de Barcelona, relata las más de dos décadas enganchado al alcohol y cómo luchó por dejar de beber y seguir ejerciendo
Jorge, cirujano especialista en un hospital de Barcelona, es alcohólico. Lo será toda su vida, aunque lleve varios años sin beber, advierte. Lo explica desde el bienestar que hoy siente después de un primer ingreso, una recaída muy posterior, mucha terapia y horas de meditación, lo que mejor le ha ido últimamente para enfrentarse a las más de dos décadas que lleva enganchado en las sustancias. «Vivimos muchos picos de estrés laboral», se justifica. Ser médico y adicto, es doblemente duro.
«Mi vocación es dar ayuda, no pedirla», sentencia. Además, existe el estigma: «Que te traten con discreción es clave para que no te desprecien de forma fulminante», asegura al PERIODICO DE ESPAÑA. Cuando este diario organiza, a través de su colegio profesional, la entrevista con el facultativo, se pacta que todo lo relacionado con sus datos personales sea confidencial. De modo que hagamos ver que Jorge -él mismo elige ser dicho así- tiene alrededor de sesenta años y que trabaja como cirujano en un hospital de Barcelona. También ejerce en la medicina privada. Hasta aquí puede leerse de su biografía.
El resto, su largo historial de adicción es tan real que cuece escucharlo cuando lo narra de manera pausada -el mindfulness ha sido fundamental en su vida en los últimos años, repite varias veces- pero también con cierta reserva que va soltando a medida que avanza la entrevista y gana confianza. Eso sí, el facultativo se muestra en todo momento reacio a dar ningún detalle que permita identificarlo. Que un sanitario admita públicamente su adicción al alcohol y/u otras sustancias es muy complicado, asegura más adelante. Por común que sea el problema. «Existe la misma estadística de adicciones que entre la población normal. Es más fácil caer entre nosotros, porque se viven muchos picos de estrés laboral. Cuesta mucho entender que tienes una enfermedad, incluso para un médico», reconoce.
ALCOHOL, COCAÍNA, MARIHUANA…
Jorge empezó a consumir cuando tenía unos 35 años. Así hasta la cuarentena… «Alcohol, cocaína, marihuana… Mi adicción más problemática era con el alcohol. Lo desencadenaba todo. Estaba por detrás de todo. Crees que controlas y está al revés, siempre estás pendiente de cuándo podrás ir a tomar una copa. Es la llamada fantasía del control. Esto lo puedo decir ahora; en ese momento, no», señala.
¿Por qué bebía?, ¿era su trabajo?, ¿demasiada tensión?, ¿las horas de quirófano? Jorge habla de algo de todo. De una generación, la suya, donde el alcohol estaba muy aceptado. «Por mi edad, tenía prejuicios. En mi generación, lo alcohólico era un débil, que no sabía controlar. Esa idea aún persiste», afirma. También desgrana el no tener tiempo para sí mismo, los picos altos de estrés o ejercer una profesión muy competitiva donde siempre debes ser «lo mejor». Pero sobre todo habla de evasión.
«Al principio todo era muy inocente; ese alargar las comidas con la sobremesa… Era una forma de relajación rápida, algo muy social», relata. Luego, sigue, empezó en beber en solitario «porque te relaja, porque te encuentras eufórico y te ves más sociable. Poco a poco, sin darme cuenta, me convertí en un adicto».
PROBLEMAS FAMILIARES
En su caso, siempre mantuvo el tipo en el hospital. Sus compañeros no detectaron nada. Es más, trabajar le contenía. Una trampa, asegura. Porque como conseguía mantenerse sobrio mientras ejercía, pensaba que seguía controlando. Hasta que una noche que acabó demasiado tarde -al día siguiente tuvo que llamar al trabajo para decir que no podía ir- admitió que aquello no iba bien.
Los problemas con su familia le llevaron a un primer ingreso hospitalario. El médico entró en la clínica de Barcelona que gestiona la Fundación Galatea, a través del Programa de atención integral al médico enfermo (PAIMM) que nació en 1998 en la misma ciudad para atender a profesionales con trastorno mental o conductas adictivas. Según datos dados a conocer esta misma semana por la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (FPSOMC), en dos años, 2019/2020, ya en plena crisis del coronavirus, el programa ha atendido a 1.201 nuevos casos, casi un 37% más que en los dos años anteriores.
Un 60% de los pacientes que han acudido a este recurso del que disponen los colegios de médicos, son mujeres. Los casos de adicción suponen un 13,5%: un 66% por abuso de alcohol y un 34% por otros tóxicos. Preocupa la incidencia de las patologías mentales también entre los más jóvenes. «Te ingresan una semana o quince días y eso te ayuda mucho. Los primeros días, cómo no, son los más duros», explica el médico, echando un vistazo al pasado. Ya fuera, hubo mucha terapia de grupo, visitas al psicólogo, al psiquiatra… Durante años. A estas terapias también acuden enfermeras, farmacéuticos… ¿Ayuda a compartir tus problemas con los que trabaja en el mismo ámbito? «Sí, te entienden mucho mejor», responde el facultativo catalán.
MÁS DE DIEZ AÑOS SIN BEBER
El médico se mantuvo sobre durante más de una década. Doce años, precisa. Pero un día cualquiera volvió a beber. ¿Por qué fue la recaída? «Por nada en particular. Es como cuando vuelves a fumar», responde. En esta segunda fase, como él llama a la segunda parte de su vida, no llegó a ingresar. Volvió a terapia y al seguimiento continuo. «No había entendido que la segunda parte de superar a la adicción es admitir la libertad que te toma. El hecho de estar siempre pendiente de si bebes o no, también provoca mucho estrés», admite.
Jorge ha conseguido volver a dejarlo. «Tengo que llevar seis o siete años sin beber. Recuerdo la fecha, era un 4 de octubre, del año ya no». Prosigue. Sigue con meditación y, cada tres meses, visita al psiquiatra. Se declara feliz con su vida personal y profesional. Pero apostilla: «Soy alcohólico y esto es una realidad».
«QUE VIVAN, QUE NO TRABAJEN TANTO»
Durante estos últimos años ha permanecido en activo. Ya no le queda tanto por jubilarse. Le afectó la pandemia? No directamente, explica. Estaba reposándose de una operación y no le tocó ubicarse en primera línea. Pero recuerda la tensión que vivieron otros compañeros: «El estrés del sanitario ha sido muy potente, no sabíamos muy bien por dónde ir. Lo peor era la incertidumbre. Si sube el estrés, es normal que haya aumentado el consumo de substancias. Mira a las enfermeras, a veces les toca doblar turnos. Apenas queda tiempo para uno mismo. Es más cómodo tomarte un par de copas e acostarse».
¿Qué le diría a sus colegas más jóvenes? A estos que, según las estadísticas, son los más tocados por lo vivido durante la crisis sanitaria. «Que vivan, que no trabajen tanto», ríe (por primera vez en toda la entrevista). «Que se preocupen más por su vida personal que por la laboral. Mejor gozar de cada día que estar pendiente de si eres el mejor», aconseja. Pero, insiste, su profesión es muy competitiva: «Quizá estés en un quirófano a vida o muerte y luego estás viendo un esguince de tobillo. Estos cambios bruscos te afectan. Por eso es tan importante que la persona se prepare y eso significa tiempo para uno mismo que no solemos tener tal y como está organizado el sistema sanitario, con cargas fuertes de estrés y un importante volumen de pacientes».
PÉSIMOS PACIENTES
Para poder recuperar su vida profesional, por Jorge fue básica la confidencialidad que encontró en el programa en el que entró a través de su colegio profesional en Barcelona. «Se lleva con mucha discreción y eso en el mundo laboral sanitario es muy relevante, porque si no te desprecian de forma fulminante», asevera. Además, admite el cirujano, a los médicos les cuesta pedir ayuda cuando son ellos quienes tienen un problema. Son pésimos pacientes. Su teoría es que «cómo has estudiado las sustancias, sabes cómo quitar y poner, les pierdes el respeto. Hasta que te toca a ti. Quizás también nos cuesta porque nuestra vocación es dar ayuda, no pedirla. Estás en el otro bando casi siempre», finaliza.
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