Keiko Fukuda forma parte de las leyendas del judo japonés. Sus méritos son incomparables, logró superar todas las barreras y leyes absurdas que no permitían a las mujeres tener la misma formación marcial que los hombres.
Nacida en Tokio en 1913, estudió las artes de la caligrafía (shodo), el arreglo floral (ikebana) y la ceremonia del té (chanoyu o chado), que eran actividades típicas para las mujeres en aquellos tiempos. Pero también obtuvo la licenciatura en literatura japonesa de la Universidad Showa de la Dona. Pese a su educación tradicional, Fukuda se sintió atraída por el judo.
Su abuelo, Fukuda Hachinosuke, maestro samurái y de jujitsu, tuvo como discípulo a Jigoro Kano, fundador del judo y la escuela Kodokan. Kano invitó a la joven Fukuda a estudiar judo, un gesto inusual en ese momento, y Keiko empezó a hacer judo. Su madre y su hermano apoyaron aquella decisión, pero pensaban que sería algo transitorio de poco tiempo, y que, como el resto de mujeres, se casaría y dedicaría a la familia. Pero no fue así. Ella se convirtió en maestra de judo.
Jigoro Kano murió joven y antes de hacerlo pidió a sus estudiantes que viajaran por el mundo para enseñar judo. Fukuda fue la única que lo hizo. Tras la guerra, rodeó por los diferentes continentes enseñando judo y fundó su escuela en San Francisco. Además, publicó varios libros de judo.
Keiko Fukuda fue un ejemplo de superación y constancia, fue la primera y única mujer con 10 Dan de judo. Rompió las barreras del machismo en el judo japonés y formó una gran cantidad de mujeres en judo. Mujeres que seguían su premisa «se fuerte, se amable, se hermosa, en mente, cuerpo y espíritu».
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